El cerebro, el órgano central regulador del organismo,
tiene primacía en el suministro energético (es el órgano que más
consume). Es tan importante que, ante una situación de escasez de esa
energía, se contrae la actividad de los demás órganos para garantizar su
alimento. Ahora bien, cuando la situación de hambre es extrema, ¿se
organiza el propio cerebro para mantener sus funciones esenciales en
detrimento de otras? Dos equipos de investigación han constatado que,
efectivamente el cerebro bloquea la llamada memoria aversiva y da
prioridad a la memoria apetitiva. La primera requiere un aprendizaje
repetitivo, mientras que la segunda se forma tras una única experiencia.
Los dos equipos, uno en Francia y otro en Japón, han hecho sus experimentos con moscas del vinagre (Drosophila melanogaster), animales habituales en laboratorios de biología del desarrollo, y ambos presentan los resultados de sus trabajos, complementarios, en la revista Science.
La estrategia cerebral de primar el funcionamiento de un tipo de memoria – o aprendizaje- sobre otro, en condiciones de flujo mínimo de energía, es perfectamente razonable desde el punto de vista evolutivo, señalan los investigadores, porque el aprendizaje puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte cuando se trata de competir por recursos escasos, pero cuando llega el hambre, la obtención de comida es prioritaria frente a la preservación de propia seguridad.
Pierre-Yves Plaçais y Thomas Preat, del (CNRS), sometieron a las moscas de los experimentos a condiciones de hambre durante 24 horas y constataron la supresión de la memoria a largo plazo apetitiva (muy costosa en términos energéticos). Por su parte. Los japoneses, liderados por Yukinori Hirano (Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio) probaron con moscas sometidas a un ayuno no demasiado severo y vieron que ambos tipos de memoria se reforzaban. Pero al endurecer las condiciones de hambre en los experimentos, disminuyó la memoria aversiva de las moscas, mientras que se mantuvo activa la capacidad de memoria apetitiva.
Los dos equipos, uno en Francia y otro en Japón, han hecho sus experimentos con moscas del vinagre (Drosophila melanogaster), animales habituales en laboratorios de biología del desarrollo, y ambos presentan los resultados de sus trabajos, complementarios, en la revista Science.
La estrategia cerebral de primar el funcionamiento de un tipo de memoria – o aprendizaje- sobre otro, en condiciones de flujo mínimo de energía, es perfectamente razonable desde el punto de vista evolutivo, señalan los investigadores, porque el aprendizaje puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte cuando se trata de competir por recursos escasos, pero cuando llega el hambre, la obtención de comida es prioritaria frente a la preservación de propia seguridad.
Pierre-Yves Plaçais y Thomas Preat, del (CNRS), sometieron a las moscas de los experimentos a condiciones de hambre durante 24 horas y constataron la supresión de la memoria a largo plazo apetitiva (muy costosa en términos energéticos). Por su parte. Los japoneses, liderados por Yukinori Hirano (Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio) probaron con moscas sometidas a un ayuno no demasiado severo y vieron que ambos tipos de memoria se reforzaban. Pero al endurecer las condiciones de hambre en los experimentos, disminuyó la memoria aversiva de las moscas, mientras que se mantuvo activa la capacidad de memoria apetitiva.