lunes, 28 de enero de 2013

Cuba crea cuatro vacunas contra el cáncer: una lección a las farmacéuticas que no será noticia


El cerebro protege su memoria cuando hay hambre.

El cerebro, el órgano central regulador del organismo, tiene primacía en el suministro energético (es el órgano que más consume). Es tan importante que, ante una situación de escasez de esa energía, se contrae la actividad de los demás órganos para garantizar su alimento. Ahora bien, cuando la situación de hambre es extrema, ¿se organiza el propio cerebro para mantener sus funciones esenciales en detrimento de otras? Dos equipos de investigación han constatado que, efectivamente el cerebro bloquea la llamada memoria aversiva y da prioridad a la memoria apetitiva. La primera requiere un aprendizaje repetitivo, mientras que la segunda se forma tras una única experiencia.
Los dos equipos, uno en Francia y otro en Japón, han hecho sus experimentos con moscas del vinagre (Drosophila melanogaster), animales habituales en laboratorios de biología del desarrollo, y ambos presentan los resultados de sus trabajos, complementarios, en la revista Science.
La estrategia cerebral de primar el funcionamiento de un tipo de memoria – o aprendizaje- sobre otro, en condiciones de flujo mínimo de energía, es perfectamente razonable desde el punto de vista evolutivo, señalan los investigadores, porque el aprendizaje puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte cuando se trata de competir por recursos escasos, pero cuando llega el hambre, la obtención de comida es prioritaria frente a la preservación de propia seguridad.
Pierre-Yves Plaçais y Thomas Preat, del (CNRS), sometieron a las moscas de los experimentos a condiciones de hambre durante 24 horas y constataron la supresión de la memoria a largo plazo apetitiva (muy costosa en términos energéticos). Por su parte. Los japoneses, liderados por Yukinori Hirano (Instituto Metropolitano de Ciencias Médicas de Tokio) probaron con moscas sometidas a un ayuno no demasiado severo y vieron que ambos tipos de memoria se reforzaban. Pero al endurecer las condiciones de hambre en los experimentos, disminuyó la memoria aversiva de las moscas, mientras que se mantuvo activa la capacidad de memoria apetitiva.

La forma de una coleta, un enigma matemático.

Investigadores de Cambridge desarrollan la primera ecuación sobre la curva que toman los cabellos humanos recogidos en una cola de caballo, un misterio que ya interesaba al propio Leonardo.

 
Científicos de la Universidad de Cambridge acaban de anunciar que han conseguido descifrar, por primera vez, las matemáticas que se esconden detrás de la forma de una coleta.

De Leonardo da Vinci a los hermanos Grimm, las propiedades del cabello han sido de interés permanente en la ciencia y el arte. Ahora, Raymond Goldstein, un físico de la Universidad de Cambridge, y sus colaboradores han cuantificado el rizo del cabello humano y han desarrollado una teoría matemática que explica la forma de una cola de caballo, un peinado sencillo que mujeres -y hombres- del todo el mundo emplean para recogerse el pelo.
Para derivar la «ecuación de la cola de caballo», los científicos tuvieron en cuenta la rigidez de los cabellos, los efectos de la gravedad y la presencia del rizo o la ondulación que es omnipresente en el cabello humano. Junto con una nueva cantidad descrita en el artículo -que han llamado «el número de Rapunzel»- la ecuación puede ser utilizada para predecir la forma de cualquier cola de caballo.

Un sencilla ecuación

La investigación proporciona una nueva comprensión de cómo la coleta se hincha por la presión externa que se deriva de las colisiones entre los pelos que la componen. Esto tiene implicaciones importantes para entender la estructura de muchos materiales compuestos de fibras al azar, como la lana y la piel. La investigación también puede tener repercusiones en los gráficos por ordenador y la industria de la animación, donde la representación de pelo ha sido un problema difícil.
«Es una ecuación muy simple», explica Goldstein, profesor de sistemas físicos complejos en el Departamento de Matemáticas Aplicadas y Física Teórica de Cambridge. «Nuestros hallazgos se extienden a algunos de los paradigmas centrales de la física estadística y muestran cómo se puede utilizar para resolver un problema que ha desconcertado a los científicos y artistas desde que Leonardo da Vinci observó el movimiento del pelo en sus cuadernos hace 500 años».


Resuelven uno de los problemas matemáticos más importantes del milenio.

Los profesores Carl C. Cowen y Eva Gallardo dan solución al enigma de los «Subespacios invariantes en espacios de Hilbert»
Uno de los problemas matemáticos más importantes y trascendentales del milenio ya tiene solución. Los profesores Carl C. Cowen -de la Universidad West Lafayette de EE.UU.- y Eva Gallardo -de la Complutense de Madrid- han presentado la solución al enigma de los «Subespacios invariantes en espacios de Hilbert», formulado en los años 30 por el emblemático John von Neumann.
La resolución del que hasta ahora era uno de los problemas abiertos de mayor notoriedad -y que muchos matemáticos consideran que debería formar parte de la lista de los «siete problemas del milenio», elaborada por el Instituto Clay de Matemáticas de Cambridge- se ha hecho pública este viernes en Santiago, con motivo del congreso celebrado por la Real Sociedad Matemática Española.
Los matemáticos escenificaron la rotación de un eje sobre una pelota de baloncesto para explicar la forma en que han resuelto el problema de los «Subespacios invariantes en espacios de Hilbert», una conjetura sin solución desde que fue formulada por Von Neumann.
«Si giras una pelota, siempre gira sobre un eje. Y estamos en dimensión finita, donde siempre hay un subespacio invariante para algo que es un operador lineal. En dimensión infinita, el problema estaba abierto», ha indicado Gallardo después de la exposición de Cowen, en inglés y utilizando el movimiento de una pelota de baloncesto como imagen. «Lo que hemos resuelto -ha proseguido la profesora, de 39 años y que ya elaboró varios trabajos junto al estadounidense-, «es que en dimensión infinita, en un espacio de Hilbert, siempre hay un subespacio invariante, no trivial, para todo operador que sea lineal y continuo».
Eva Gallardo y Carl Cowen trabajaron «muy duro» durante los últimos tres años para dar una solución al problema. «Esperamos que tenga aplicaciones. Está bastante relacionado con la vida real», ha resaltado. «Las aplicaciones no se pueden predecir, pero seguramente son de un tamaño considerable», ha ratificado Campillo. En principio, puede ser útil en escáneres médicos.

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